sábado, 15 de junio de 2013

BUEY SUELTO 6: Pactar con el Muerto

En capítulos anteriores hemos visto paso a paso el proceso de preparación para llegar a este esperado momento, el de encontrar y pactar con un nfuiri para que acepte convertirse en nuestro aliado en el más allá. Hoy veremos como llevarnos un muerto del cementerio.

Existen muchas formas de lograr que un nfuiri trabaje para nosotros, por las buenas o por las malas _mediante pacto o engaños o a la fuerza_, total o parcialmente; es decir, como nfumbe que vive en la prenda, recibe materia( menga ) y se funde con el mpungu para formar el nkisi, o como nfuiri o espíritu libre que solo acude cuando se le llama _o cuando le da la gana_ y generalmente no se le da menga( sangre ), solo ofrendas etéreas, como el alcohol( aguardiente, chamba ) y el humo de tabaco e incienso.

En este capítulo veremos cómo pactar con un difunto reciente, que es la forma más sencilla de conseguir un aliado espiritual con el mínimo de peligro y experiencia, lo cual es ideal para los ngueyos novatos o pinos nuevos y para los bueyes sueltos o seguidores del camino del brujo solitario, que no cuentan con el auxilio directo de un padrino ni de hermanos mayores.


 Un nfuiri es un espíritu libre, es decir, la esencia espiritual de un difunto. El espíritu no es el alma, sino el cuerpo o recipiente espíritual que la contiene, y que en vida se le suele llamar aura, pues bajo determinadas condiciones o estados puede verse como una membrana de energía luminosa; como un espectro de colores, que rodea al cuerpo físico.

Todos los seres vivos poseen la capacidad de percibir el aura o espíritu de las cosas, pero a los humanos que nacemos y nos criamos dentro de la civilización nos atrofian este sexto sentido durante los 3 primeros años de vida, fundamentalmente. El proceso completo culmina entre los 5 y los 7 años, pero es en los 3 primeros donde más se esfuerzan los padres y la sociedad en general para desviar la atención del niño de los aspectos espirituales y centrarla y fijarla únicamente en la realidad material. A diferencia de los niños de las culturas indígenas de Africa, Asia, Australia y América, a los infantes de las sociedades modernas y "civilizadas" se les convence de que los sueños no son nada y no hay que recordarlos ni darles importancia, que los seres extraños que perciben solo son amigos imaginarios o monstruos producidos por el miedo y la imaginación, que no hay que guiarse por la intuición, sino por la razón y que las voces e imágenes que sienten como ajenas son reflejos automáticos de la mente, cosas del ego y el subconsciente, nada real o importante. De ese modo, por convicción y falta de práctica, nuestra capacidad de percibir el plano espiritual de la realidad o sexto sentido se va atrofiando hasta volverse inútil, como los pies de aquellas pobres niñas que durante cientos de años en China vendaban para evitar su crecimiento, por un simple ideal estético. Por eso es normal que las personas provenientes de culturas consideradas "primitivas" presenten más capacidades parapsicológicas que los habitantes de ciudades y culturas modernas.

Los nfuiris o espíritus libres recién desencarnados pertenecientes a personas que murieron en paz, conscientes, que aceptaron la muerte y arreglaron sus asuntos terrenales antes de partir, solo permanecen en el cadáver o cerca de este durante un breve período de 7 días, como máximo. Si el difunto era una persona inteligente, equilibrada y de elevado nivel intelectual, humano y/o espiritual, su espíritu puede ascender, llevándose consigo el alma, en los 3 primeros días. Los santo/as y grandes maestros espirituales pueden ascender inmediatamente, si así lo desean, pues en vida practican y dominan el viaje astral( hacer viajar la consciencia fuera del cuerpo mediante la elevación voluntaria del aura. La única diferencia entre el viaje astral y la muerte es que durante el viaje astral, por muy lejos que viaje la consciencia, el aura siempre se mantiene unida al cuerpo por un nexo energético que algunos llaman hilo de plata, pues semeja una fibra de luz blanca, para los que pueden percibirlo ) y por ello tienen control absoluto sobre su espíritu una vez muertos.


Este tipo de nfuiris, a los que se suele llamar espíritus de luz, pues su energía es muy pura y luminosa y suelen ascender y fundirse con la Fuente muy rápidamente, son de escasa utilidad en el mundo de la brujería. Dejan el cuerpo demasiado aprisa, con lo cual es difícil contactarlos antes de que asciendan y muy poco, por no decir nada, tenemos los vivos para ofrecerles y ganarnos su apoyo. Tampoco son fáciles de engañar, aunque no imposible, pero no vale la pena ensuciar el karma de ese modo para obtener tan pocos beneficios, pues bien sabido es que este tipo de espíritus no son muy poderosos o, mejor dicho, su poder es poco práctico para los asuntos del plano terrenal, salvo para las sanaciones.

Lo más conveniente es elegir nfuiris de personas que murieron sin darse cuenta, sin estar preparadas, de forma violenta, dejando muchos asuntos inconclusos en este mundo y que, preferiblemente, en vida hayan sido poco inteligentes, y más bien impulsivos y violentos que reflexivos, o seres atormentados por la culpa, el dolor, el sufrimiento y/o los trastornos mentales. Suicidas, criminales, militares caídos en combate, víctimas de asesinato, dementes, niños, personas que murieron de forma horrible, o tan súbita que aún no lo entienden, son el tipo de difuntos que debemos buscar en las esquelas fúnebres de los periódicos. La energía de estos nfuiris no es muy luminosa y ligera, como la de los espíritus de luz, sino más bien oscura y densa, por eso les cuesta ascender y tienden a quedarse más tiempo junto a sus restos, principalmente, pero también pueden rondar los lugares y personas que les resultan familiares o les obsesionan.

 Debemos actuar con rapidez y realizar el contacto antes de las tres primeras semanas después de la defunción. Tengan en cuenta que, una vez que localicemos al nfuiri y el cementerio donde ha sido enterrado, hay que estudiar la forma de acceder al campo santo de noche y realizar las sesiones o rituales de contacto( ver el capítulo anterior ) que sean necesarias hasta que contactemos con la entidad y logremos convencerla de pactar con nosotros. Lo mejor es enterarse antes del entierro y poder asistir al velatorio, donde tendremos la oportunidad de estar cerca del muerto durante un buen rato y concentrarnos en su energía sin llamar la atención. El ideal es presenciar la muerte de la persona, pues entre la víctima y el testigo( o causante ) de la muerte se crea un intenso vínculo espiritual _por eso muchos guerreros, sobre todo en la antigüedad, se comían el corazón de sus víctimas o le arrancaban el cuero cabelludo, las orejas, dientes, etc, inmediatamente después de matarlos_, pero eso es cada vez más difícil, a no ser que estemos en una guerra o situación violenta y/o peligrosa.

Muchos brujos experimentados, localizan personas que serían nfumbes perfectos, cuando vienen a consultarse con ellos y "les echan el ojo". Se apropian de su sombra o rastro y los trabajan para que mueran pronto y del modo más adecuado. Otros prefieren causar la muerte de sus enemigos y convertirlos en sus nfumbes esclavos, como castigo y venganza.

Debemos rondar al muerto, averiguar sobre su vida y muerte, sus gustos y asuntos pendientes, elementos que nos servirán para negociar el pacto. Es conveniente conocer a alguien que trabaje en el cementerio para poder obrar con tranquilidad y, llegado el momento, nos ayude a exhumar el cuerpo para llevarnos los restos que necesitemos. No es imprescindible llevarnos la kriyumba( cráneo ) y/o kongome( huesos ) para tener al muerto; basta con una matari( piedra ) y noto( tierra ) de la tumba, o con una prenda( anillo, cadena, zapato, etc ). Incluso podemos llevarnos o capturar un muerto sin tomar materia alguna, tan solo haciendo que el nfuiri penetre en una botella y cerrándola. Claro que eso hay que saber hacerlo. Por eso lo mejor para un primerizo( que obtiene su primer nfumbe ) es llevarse la kriyumba y huesos de piernas y brazos, y al menos una mano, pues sus huesos pequeños son muy buenos para montar makutos, mpakas y otras prendas pequeñas.

Desde luego, hay que darse prisa por pactar con el muerto, pero podemos esperar a que se pudra bien la carne para sacar los huesos con más facilidad. Aunque si tenemos tiempo para hacerlo y las condiciones apropiadas en el munanso, lo más indicado es trocear el cuerpo y llevarnos cabeza, brazos y piernas, o el cuerpo entero, no vaya a ser que pase algo y perdamos al nfumbe, pues, pese a que hayamos pactado con él, un familiar puede darle misas para elevar su alma o el propio espíritu puede extraviarse, vagando en la oscuridad antes de que lo fundamentemos en su recipiente y le enseñemos a orientarse en el plano astral. Es como entrenar una paloma  mensajera; al principio existe el peligro de que no encuentre el camino de vuelta.

Los nuevos tatas que estén buscando un nfumbe para fundamentar su primera nganga, deben trazar sobre la tumba su firma y la patipemba correspondiente al tratado de levantar  o pactar con el muerto de su regla y munanso, pero si se trata de un buey suelto que recorre el camino del brujo solitario, aún no tiene más firma que el cuatro viento básico que vimos en el capítulo 4 http://palomontenegro.blogspot.com.es/2013/04/buey-suelto-4-el-ritual-de-los-4-vientos.html, pero eso no es problema, ya que el muerto, a no ser que pertenezca a una persona que en vida fuera palero, es tan novato como usted en estos asuntos. Así que trace el cuatro vientos y coloque encima las mataris y/u objetos de poder simbólico correspondientes a los 4 elementos, según los puntos cardinales, tal como vimos en el capitulo anterior http://palomontenegro.blogspot.com.es/2013/05/buey-suelto-5-bakundi-kunanso-haciendo.html.

En el centro del cuatro vientos colocaremos un papel de estraza con el nombre completo y fecha de nacimiento y muerte del difunto escrito con grafito negro, o con tinta china sobre piel de chivo _hembra si es mujer y macho si es un hombre. Las brujas deben buscar un nfumbe hembra y los brujos uno macho. No es obligatorio, pero es más conveniente que brujo y nfumbe sean del mismo sexo pues el mpungu con el que se fundirá el nfumbe para crear el nkisi o nganga principal de un brujo o bruja, suele ser el ángel de la guarda de su mismo sexo. De modo que las mujeres tienen nkisis como Madre de Agua, Chola Wengue, Ngonda Nkisi o Centella, mientras que los hombres tienen como nkisi principal a Sarabanda, Siete Rayos, Cuatro Vientos, Tiembla Tierra, etc._, o escrito sobre la foto del difunto. También vale la esquela del periódico o algo suyo, si tenemos la suerte de poseer alguna prenda suya, documento firmado, etc.

Este papel, foto, piel, prenda o rastro representa al quinto elemento, el Espíritu, y le muestra al nfuiri cuál es su lugar y papel en el orden del mundo. Los nfuiris no tiene ojos y perciben muy poco del plano terrenal, apenas las cosas que le son familiares, como su nombre o rastro, los elementos puros e intensos, como el alcohol, el fuego, los olores fuertes del tabaco, incienso, fula( pólvora ), azufre, etc, y los sabores picantes de ajíes( chiles ) y pimientas. También perciben los contrastes fuertes, como el color blanco resaltando sobre el negro, o la luz brillando en la oscuridad; por eso se trabaja de noche con los muertos, con velas, ropas y trazos blancos.

El nfuiri reconoce en la forma del cuatro vientos, un símbolo humano, no de la naturaleza y comprende que están tratando de comunicarse con él; que no está solo en esa terrorífica y negra soledad que le rodea, y presta toda su atención a lo que sucede en ese círculo, alrededor de la luz de la vela blanca que encenderemos sobre el papel o rastro, en el centro del cuatro vientos. Por las mismas razones, el brujo/a debe vestir de blanco y, sobre todo si es de piel oscura, pintarse manos y rostro con tiza blanca.

A diferencia de la percepción visual, que es muy escasa, los nfuiris escuchan bastante bien, si se les habla en determinada frecuencia, que es ese tono íntimo, de ritmo hipnótico que se entrecorta de vez en cuando con voces más fuertes o firmes, característico de los brujos afroamericanos y chamanes de Asia y Australia. Son muy sensibles a los cambios de ritmo, por lo que podemos apoyar y reafirmar nuestras comunicaciones mediante la percusión de tambores y otros instrumentos y objetos. A los nfumbes se les acostumbra, por asociación, a que un ritmo rápido y violento corresponde a la guerra, a trabajos de ataque y defensa, mientras que otro más suave y cadencioso, anuncia obras de magia roja o sexual. Como a un perro, se le familiariza con determinados silbidos, nombres y otros sonidos para indicar acciones o elementos muy precisos y lo que se espera del nfumbe. Si entiende y obedece correctamente, se le premia con cosas que le gustan, como el tabaco, el alcohol y la sangre _en ese orden de importancia_, de lo contrario no les den nada, o solo gritos, amenazas, golpes de machete sobre el caldero e incluso fuego _también en ese orden, según la gravedad del asunto_.

Desde el primer encuentro con un nfuiri hay que empezar a educarle. Resulta irónico, pero alguien que acaba de morir es como un bebé recién nacido y hay que enseñarle todo otra vez, pues en el mundo de los muertos o plano astral, las leyes y percepciones son muy distintas a las del mundo material. Conectar ambos mundos es la tarea del brujo, su arte mayor. Primero tiene que entrenar al nfuiri y convertirlo en nfumbe, antes de fundirlo con el mpungu y obtener un verdadero nkisi que le sea verdaderamente útil en ambos planos de la realidad, extrayendo conocimientos y secretos del más allá, y beneficios materiales y logros terrenales del mundo de los vivos.

Cuando encendemos la vela y nos concentramos, como explicamos en el capítulo anterior, llega un momento en que sentimos la presencia del nfuiri, y es ahí cuando tenemos que empezar a hablarle o cantarle, marcando un ritmo suave e hipnótico, para atraerlo y que entienda que la cosa es con él. Debemos intercalar mucho su nombre, señalando el centro del cuatro viento y luego ir presentando los cuatro elementos uno a uno, mediante ofrendas simbólicas de cada uno: humo de tabaco en el norte, Aire; aguardiente caña en el oeste, Agua; unas gotas de nuestra sangre en el sur, Tierra; y encender fula en el este, Fuego.

Cuando huela el tabaco, sentirá un ligero placer pues le es familiar, como si estuviera vivo de nuevo. Aunque no fuera fumador en vida, el fuerte olor del tabaco le transmitirá sensación de humanidad y lo atraerá, hipnotizando con sus volutas, tomando consciencia del elemento aire en que se mueve. Ese olor _o mejor dicho, la energía de ese olor_, le guiará entre la oscuridad de la muerte hacia el mundo de los vivos. Un olor que también lleva parte de nuestra saliva y olor bucal.

Entonces rociamos la atmósfera con un chorro de aguardiente que pulverizaremos con nuestra boca, para que cuando descubra este nuevo placer, lo asocie siempre con nosotros, como el humo del tabaco. El aguardiente( los paleros preferimos el aguardiente de caña, pero en realidad sirve cualquier alcohol fuerte ), con su fuerte olor y sabor expandirán la sensación de vida, como una luz al final de un túnel oscuro.

La atención del nfuiri es total y ahora aprovechamos para sorprenderlo con un nuevo e insospechado golpe de efecto: la menga, la sangre humana fresca, recién brotada de nuestra carne. Esta sustancia misteriosa es el vehículo de la vida por excelencia, cargada de energía vital y espiritual ultra concentrada. La sangre es la vida misma. El nfuiri la huele y enloquece, la prueba y experimenta un subidón tremendo; un calor que es como volver a la vida. De hecho, lo que realmente sucede no es que la pruebe, ya que los espíritus no tiene boca, ni estómago, sino que penetra en ella, le sirve de cuerpo y durante unos instantes está realmente vivo, y percibe la vida a través de nuestros sentidos.

Es imprescindible que la primera menga que pruebe el nfuiri sea la nuestra, y que ese momento trascendental vaya acompañado de dos elementos que para siempre asociará con el dueño de esa sangre: el metal y el fuego; el mbele( cuchillo, machete, etc ) y la fula( pólvora, candela ).

El mbele para que nunca olvide que para obtener la menga hace falta el cuchillo( debemos usar siempre el mismo cuchillo consagrado ) cuyo dueño somos nosotros. Es decir, que la menga, la vida, nos la debe a nosotros, su amigo y benefactor, su aliado en el plano terrenal.

 Pero inmediatamente después de darle nuestra menga, haremos estallar un montoncito de fula sobre su tumba, junto a su nombre, en el centro del círculo. Lo haremos con el puro de tabaco encendido, para que entienda que todos esos elementos maravillosos los dominamos nosotros y podemos usarlos tanto para bien, como para mal. La explosión de la fula tiene el efecto de un corrientazo en el enfuiri, como un cortocircuito entre energía espiritual y energía vital, que resulta estimulante, pero también desagradable.

Ha llegado el momento clave en el que el nfuiri comprenderá lo que se espera de él y de lo que es capaz. Pondremos 3, 5, 7 ó 9 montoncitos de fula en fila en una de las líneas de la cruz de tiza, empezando en el borde del circulo y terminando en el centro del cuatro vientos, justo sobre su rastro o nombre, donde antes explotamos la primera fula; sitio que ya el nfuiri asocia con su propia entidad. Entonces le mostramos un nsusu vivo( un gallo bien vital ) en una mano, y el mbele en la otra, con el puro encendido en la boca, y hacemos gestos señalando el nsusu con el mbele, mientras le explicamos( hay que aprender a hablar con el tabaco en la boca ) que si quiere más menga, tiene que trabajar para nosotros, irse con nosotros y reconocernos y obedecernos como su amo. Como los muertos no tienen voz para hablar, ni manos para escribir, le explicamos que tiene que firmar el pacto con su poder espiritual, impidiendo que la fula prenda en el montoncito del centro. Para ello colocamos una guira pequeña sobre ese montoncito para que entienda que debe protegerla. Entonces, retiramos, la guira y acercamos el puro con la boca hasta el primer montoncito de fula, en el borde del cuatro vientos, hasta que estalla, y con él todos los demás en cadena.

Cuando el humo de la explosión se aparta y nos deja ver, si el último montoncito de fula, en el centro del cuatro vientos, está intacto, significa que el nfuiri ha comprendido, ha descubierto su poder y probablemente haya aceptado el pacto. Entonces cumplimos nuestra palabra, y matamos el nsusu de inmediato, con el mbele, dejando correr la menga, la tintorera sobre el cuatro vientos, en su tumba. Mientras matamos, cantamos:

menga va correr y va corriendo
mira como corre la tintorera

menga va correr y va corriendo
mira como corre warilongo

O bien:

sangre, difunto, sangre
sangre, difunto, sangre

O podemos crear nuestro propio canto o recibirlo por inspiración; lo importante es que siempre sea el mismo, para que las entidades sepan que es la hora de comer.

Es fundamental que cumplamos nuestras promesas a rajatabla, porque nuestros actos son el lenguaje que usamos con los espíritus. Si le enseñamos al nfumbe que si trabaja hay menga, y luego no le damos la menga, o nos retrasamos en dársela, el nfumbe no comprende, se confunde y/o se enfada y hace lo que le da la gana, igual que nosotros. Y es que los nfumbes aprenden de sus amos por imitación y repetición, en constante toma y daca. Si se rompe este sistema, la comunicación se corta. Ya bastante difícil es la magia, como para que encima nos demos el lujo de ser perezosos o chapuceros.

Una vez que el animal exhala su último aliento y estira la pata, la menga deja de poseer vitalidad y el nfuiri regresa su atención hacia nosotros, como un perro mira a su amo esperando que le lance otro hueso. Es el momento de la confirmación. Le repetimos el trato en voz alta y luego repetimos el ritual de los montoncitos de fula. Si el resultado es el mismo, podemos estar un 70% seguros de que el pacto es firme. La tercera y definitiva confirmación del pacto con el nfumbe( llamamos nfumbe al nfuiri que se acostumbra a la menga, materia que lo vuelve denso y pesado como espíritu, anclándolo al mundo terrenal e impidiendole ascender hacia la Fuente o Luz ) será una vez tengamos sus restos o rastro en el munanso y le demos menga por tercera vez.

En la brujería todo tiene su porqué, y si usted no lo sabe, ya puede poseer mil ngangas y mil esqueletos que la magia no camina. Hasta el próximo capítulo y que Nsambi acutare.